Con motivo del quinto centenario de la muerte de Leonardo Da Vinci, desde el pasado 9 de marzo, el Palazzo Strozzi de Florencia ofrece una restrospectiva de Andrea Verrocchio. Esta exposición es parte de las actividades programadas por la ciudad para conmemorar el aniversario del que ha sido su discípulo más célebre. Leonardo es, a fecha de hoy, uno de esos artistas que sigue asombrando tanto a público como investigadores después de medio milenio de ausencia. Hay partes de su vida y su obra que aún permanecen inconclusas y que siguen siendo un misterio para muchos. Por ello, remontarse a los inicios del joven Leonardo aprendiz puede ayudar a comprender alguna de esas partes menos conocidas y que todavía resultan misteriosas. Qué mejor manera para ello que dedicarle una retrospectiva al que fue su maestro y, en cierto modo, culpable del genio y la fama de este artista universal.

Andrea di Michele di Francesco de Cioni, tal y como se llama en realidad Verrocchio, nació en Florencia hacia 1435. Su formación académica y práctica fue como orfebre, aunque también desarrollo otras artes como escultor, fundidor, pintor e incluso músico. De todas ellas, teniendo en cuenta su formación como orfebre, de la mano de Giuliano Verrocchi (del que tomará su nombre artístico), en la que más destacó fue como escultor. Con ello, la idea de artista universal ya la había profesado el maestro antes que el alumno. Aunque, hay que reconocer que el alumno superó al maestro en muchos aspectos y la fama mundial del primero eclipsa por completo al segundo.

Sin embargo, para que el alumno sea brillante el maestro ha de ser excelente, en todos sus aspectos. Cuando Verrocchio abrió su taller para compartir sus conocimientos artísticos y formar a las nuevas generaciones que vendrían después, nunca llegó a conocer la importancia de su labor como transmisor de nuevas ideas. Su legado pasó directamente a alumnos tan destacables como Perugino, Botticelli, Ghirlandaio, Luca Signorelli o Cósimo Rosselli. El maestro del Quattrocento abría la puerta a los genios tempranos del Cinquecento. Y Leonardo sería la cumbre de ese proceso de transmisión de conocimientos, superando a Verrocchio en todos sus ámbitos.

La actividad de Verrocchio como artista y maestro coincide con la llegada al poder de Lorenzo el Magnífico en Florencia. El gobernador de la familia de los Médici encargó algunas obras al florentino, quedando bastante satisfecho con el resultado. Ello contribuiría a que la fama de Verrocchio creciera como la espuma, lo que favoreció que su taller tuviera cierto renombre a la hora de impartir sus clases.

Además, las obras del maestro florentino marcan un antes y un después en las artes renacentistas. En general, Verrocchio prefiere la experimentación, para un total dominio del arte, a la búsqueda del rigor científico de la primera mitad del siglo XV. El equilibrio siempre debe estar situado entre el devenir de las leyes de la naturaleza con el fluir de la existencia humana. Esto supone toda una revolución en el campo de las artes. Estudiar con Verrocchio suponía así entender el arte de una forma nunca antes comprendida, una novedad frente al resto de talleres que impartían la enseñanza de las artes en Florencia. El taller de Verrocchio unía así la importancia de trabajar para el gobernador de la ciudad, con la importancia de sus encargos que suponía una buena propaganda para el artista, con los novedosos descubrimientos artísticos impartidos en sus clases.

Para conocer mejor esta novedosa forma de entender el arte, basta con analizar alguna de las obras de Verrocchio. En la fachada de la iglesia de Orsanmichele, en Via dei Calzaiuoli, podemos apreciar la escultura, dentro de una hornacina, de La duda de Santo Tomás. La escultura fue un encargo de la Mercanzia, el tribunal de comercio de la ciudad de Florencia, cuyo patrón es este santo. Si se observa bien esta escultura, se puede apreciar que su función representativa es diferente al resto de esculturas que adornan el templo. Verrocchio crea un contraste entre el marco de la hornacina y la imagen escultórica que en ella se coloca. El santo aparece fuera del marco mientras la figura de Cristo aparece dentro. Con ello, el artista conducir al observador dentro de la imagen para darse cuenta de otros detalles: la mano derecha de Cristo aparece bendiciendo a Tomás que parece haber salido de su duda al introducir el dedo en su costado abierto. Ese movimiento que marca la postura de Tomás intenta mostrar la absoluta legitimidad religiosa que tiene el tribunal de comercio en sus funciones. Verrocchio intenta así ligar el hecho religioso con el administrativo, Tomás sale de su duda así como el tribunal busca la verdad dentro de sus actividades y sus sentencias, comprobando que todo sea verificable. Y para lograr esa comunión, Verrocchio recurre a una nueva composición antes no utilizada y a una expresión psicológica de los sentimientos no vistos hasta entonces.

Esa expresión psicológica también se puede encontrar en la escultura del Condottiero Colleoni, en la Piazza San Marco de Venecia. En ella aparece la que luego conoceríamos como “terribilitá”, en la expresión viva del rostro del guerrero que monta sobre su caballo. La seguridad del caballero se muestra en la forma en la que gira el torso y lleva las riendas de su caballo, como si pudiese dominar el mundo.

Sin embargo, en el campo de la pintura no se queda atrás. Sus obras parecen marcadas por un dibujo lineal, más característico de lo escultórico que de la propia pintura. Donde realmente marca un antes y un después es en la introducción del paisaje en la pintura florentina y el papel tan importante que desempeña en él. Se podría decir que Verrocchio conoció de primera mano las obras flamencas, gracias a los grabados de la época. Pero fue un paso más allá. Se dio cuenta que el paisaje no sólo lo hacen las formas que lo ocupan, sino también el aire y la luz que los envuelve. Este conocimiento se puede ver asimilado por completo por su discípulo Leonardo. Da Vinci conseguiría crear una atmósfera paisajística nunca antes contemplada gracias a la técnica del sfumato. Y éste no hubiera existido sin los conocimientos previos de Verrocchio.

Así, en el Bautismo de Cristo, realizado para el convento de Vallombrosa de San Salvi pero que hoy se encuentra en la galería de los Uffizi en Florencia, se puede observar la mano de Verrocchio y también la de Leonardo. Las figuras principales están realizadas por el maestro, Verrocchio, tal y como era la costumbre en los contratos de la época. La figura del ángel de la izquierda recuerda mucho más la manera, más suave y graciosa, del joven Leonardo. Es en el paisaje donde vemos la diferencia entre ambos: el paisaje más cercano y algo abrupto corresponde a la mano de Verrocchio, mientras que al fondo atisbamos ya el sfumato leonardesco. En esta obra se puede observar la evolución del concepto hallado y asimilado del paisaje, por parte del maestro, y la interiorización del mismo ya evolucionado, por parte del discípulo.

Esta obra es casi premonitoria, un resumen de lo que acontecerá en un futuro. El maestro, Verrocchio, es como un Juan Bautista que prepara el camino para quien va a revolucionar el mundo del arte, como el Bautista prepara a las masas por medio del ritual del bautismo para la llegada de Cristo.

Con todo ello, se puede apreciar que Verrocchio es el verdadero punto de partida de la obra de Leonardo. Sin los conocimientos del primero el segundo no habría podido brillar de la forma en que lo hizo. La evolución en el mundo del arte necesita de artífices como Verrocchio, que son capaces de romper los modelos haciéndolos avanzar a su manera, poniendo las bases al futuro a través de una experimentación progresiva.
Deja una respuesta