El ser humano es un codicioso coleccionador de historias de tragedia que nutren a diario nuestra memoria colectiva. Las narraciones públicas sobre personajes sumidos en la autodestrucción, las exhibiciones de su extinción a gritos y la difusión diaria de escenas sobre su desgaste progresivo se han aposentado siempre demasiado cómodamente en nuestras retinas. Amy Winehouse es una de las protagonistas de estas historias.

Tal día como hoy, hace cuatro años, Winehouse era encontrada sin vida en su apartamento en unas circunstancias que quizá fueron demasiado predecibles para cualquiera de nosotros como espectadores y testigos presenciales de un declive que fue emitido casi en tiempo real. Su peinado beehive, su particular voz, sus cinco Grammys, sus actuaciones en directo en un lamentable estado de deterioro… todos estos detalles que definían a Amy caminaron al unísono durante su fugaz carrera hasta su desaparición.

Con un marcado estilo personal que la caracterizaba de forma inequívoca en un mercado musical distinguido por la dura competitividad y que deja en ocasiones escaso margen de tiempo para dar rienda suelta al talento, esta compositora dejó su huella imborrable, tal y como comprobamos cuatro años tras su fallecimiento, así como sus inolvidables temas influenciados por el soul, jazz, rhythm y blues…

Hoy en día, la figura de Amy no sólo puede servir de ejemplo de la fragilidad y la fugacidad de la gloria sino también de cómo se sedimentan años después los recuerdos y las imágenes de una artista a la que vimos crecer y desaparecer casi al mismo tiempo y cómo el análisis sobre sus méritos, éxitos y fracasos gana matices años después, cuando los recuerdos y densidad mediática se han disipado.

Fruto de la obsesión que tenemos los humanos por simplificar y categorizar todo lo existente para facilitar nuestra concepción y análisis de la realidad, esta compositora ha sido objeto de numerosos estereotipos al igual que lo han sido otras malogradas figuras de la historia musical que todos recordamos. De este modo, Winehouse ha sido incluida en el llamado ‘Club de los 27’ que cuenta con otros «socios» tan renombrados como Janis Joplin, Jim Morrison o Kurt Kobain, todos ellos fallecidos a la misma edad: 27 años.

Lejos de tópicos que tan sólo restan credibilidad y seriedad a cualquier análisis de la realidad que pretenda contar con la necesaria perspectiva, no cabe duda que el estilo personal y la cruda  emoción de sus letras han convertido a esta cantante en todo un referente de la historia musical a pesar de que su trayectoria y su carrera no fueron tan prolíficas como otros artistas. ¿Se sobrevaloró el talento de Amy o fue una perla musical que nunca pudo brillar con todo su esplendor con su repentino fallecimiento? Como toda leyenda trágica de la música, esta compositora también ha sido objeto de juicios apresurados y no siempre ecuánimes.

Amy documentalEsta ‘humanización’ del mito, esta obligada relatividad a la que deberíamos someter los detalles y trayectoria de los celebérrimos iconos del panorama musical desaparecidos fugazmente, quizá sea el principal objetivo del documental ‘AMY’, presentado en Cannes y que augura ofrecer una nueva perspectiva más cercana de esta compositora.

Una cinta de estas características no puede estar exenta de polémica: los padres de la cantante han condenado el documental y se han desvinculado de un proyecto en el que se implicaron en su inicio puesto que consideran que incluye juicios infundados y desequilibrados.

Este documental, filmado por el cineasta británico Asif Kapadik, guionista, documentalista y director de cine británico de ascendencia india, busca mostrar quién era Amy detrás del producto, del nombre artístico de portada que quizá restaba importancia a una sencilla chica de 27 años con una peculiar voz. El ascenso y caída de esta fugaz artista narrada en forma de documental, incluye el testimonio de más de cien personas que ofrecen su particular visión de Amy.

Esta capacidad de atracción que despertaba la cantante tambien ha inspirado la creatividad de numerosos artistas, bloggers y creativos que ofrecen desde hace cuatro años su particular homenaje a esta malograda cantante. Encontramos desde los que homenajean su figura con sutiles y bellos trazos de un boli bic, como Pablo González, hasta los que reinterpretan sus icónicos detalles con la fusión con otros iconos, como Carolina Gallo, que creó una Amy ‘Khalo’ inspirada en el ‘Autorretrato con collar de espinas’ de Frida pintado en los años cuarenta; o Mr. Brainwash, pseudónimo del artista callejero Thierry Guetta, que la ha transformado bajo los ojos que ya interpretaron a Marilyn desde su curioso estilo ‘street pop art’; o Stylight que ha sintetizado en una veintena de objetos la iconografía de Amy Winehouse.

amyNi siquiera el propio Bryan Adams, otro de los artistas que deja fluir su creatividad ‘traducida’ en otras disciplinas como la fotografía,  se resistió a captar con su objetivo la huidiza mirada de Amy Winehouse, tal y como ya ha hecho con otras estrellas como Jared Leto o Tommy Lee.

De hecho, la portada de su disco postumo ‘Hidden Treasures‘ lleva la  firma de Adams, quien además, realizó algunas fotografías de la londinense para ‘Hear the World’, una entidad no lucrativa que realiza campañas relacionadas con la discapacidad auditiva.

Son muchos los artistas a los que ha inspirado y muchos oyentes a los que ha emocionado, el nombre de Amy Winehouse simboliza una crónica del ascenso y caída de una fugaz estrella que sin embargo ha dejado una sólida huella en la historia de la música.

Infografía Stylight