Dibujante, escritor, fotógrafo, cineasta, etc…Aitor Saraiba no es uno, sino muchos artistas en un mismo cuerpo que sienten la necesidad de expresarse en multitud de formas y maneras. Dibujos que acompañan viscerales textos que parecen esbozar la necesidad de contar al mundo sus pensamientos, sentimientos y terrores. Un día a día retransmitido a través del arte y que, ahora llega a la madrileña Fresh Gallery para mostrar a la capital una vez más que quizás hayan sido ’10 años para nada 2008/2018′.

Del 14 de Febrero al 22 de Marzo de 2018 Saraiba mostrará su nueva serie en la que multitud de rostros conocidos del arte, el cine y la literatura han querido poner su granito de arena acompañando al joven artista e interpretando lo que es para ellos el particular universo de Saraiba.

En los últimos diez años he presenciado como Aitor retrataba a estrellas pop, sanaba con sus dibujos curativos, llenaba nuestras casas de demonios, unicornios, calaveras… y he visto como crecía como artista y como hombre hasta llegar a ser una de las señas de identidad del arte de este país en este arranque de siglo, convirtiéndolo en un lugar más bonito, más marica y más metalero, ¡tan necesario!

Alaska

Las mil maneras de ser Paula Bonet

En los últimos diez años he presenciado como Aitor retrataba a estrellas pop, sanaba con sus dibujos curativos, llenaba nuestras casas de demonios, unicornios, calaveras… y he visto como crecía como artista y como hombre hasta llegar a ser una de las señas de identidad del arte de este país en este arranque de siglo, convirtiéndolo en un lugar más bonito, más marica y más metalero, ¡tan necesario!

Paula Bonet

(…)Y del pícaro me voy a la historia de un inocente. Un inocente nos cuenta su infancia en los ochenta. Se podría decir que este inocente es hijo de la generación de los pícaros. Cuenta su vida por medio de una novela gráfica, El hijo del legionario, escrita y dibujada en la primera persona de Aitor Saraiba. No solo tiene el valor del dibujo. Saraiba atesora el don de la narración literaria. Su historia arranca así: “Nací en Talavera de la Reina en 1983, el 1 de junio, mi padre cumple los años el mismo día, durante años esto es lo único que hemos compartido. Talavera tiene muchos barrios, el mío es Patrocinio de San José, y no, no es lo mismo ser de Talavera que ser de Patro”. Los vaivenes de la infancia y la juventud de Aitor no están movidos por su espíritu aventurero sino por los desastres sentimentales y económicos de sus padres. Cómo el arte le ayuda a escapar de un destino incierto, a salir del armario y a perdonar al rudo legionario es algo que planea durante toda esta emocionante historia. Con qué pocas palabras se puede contar la complejidad de una vida que aún ha de dar mucho de sí, pero que empezó de la peor manera.

Si aquellos jóvenes de los ochenta andaban perdidos en la embaucadora mitología de la droga que acabó con el futuro de muchos, estos de ahora han heredado un presente con pocos visos de futuro. Pero hay artistas empeñados en luchar contra el negro destino. La historia de Aitor es grandiosa como un novelón, y si el azar ha puesto en mis manos su libro yo tengo que recomendar a gritos este tesoro, porque no es banal el miedo a que en estos días solo nos enteremos de las novedades editoriales de los que ya lo tienen todo o de lo que hacen modernillos insustanciales.

Elvira Lindo

Sobre “El hijo del Legionario” en El País, 2012

La ilustración a una línea de Katie Acheson Wolford

Pero Aitor Saraiba no es un artista al uso. Siguiendo su estela, el joven artista talaverano ha querido acompañar su exposición ’10 años para nada 2008/2018′ de un texto que da sentido a su serie.

 

 

 

10 años no son nada

pero estuve a punto de morir dos veces,

me enamoré al menos de una persona

y regalé mi corazón a una decena que nunca lo merecieron

viví en cuatro países

y siete ciudades

un total de dieciséis casas.

Leí y escribí todos los libros que pude,

pero por ahora como decía Borges

sigo estando más orgulloso de los libros que he leído

que de los que he escrito.

He trabajado haciendo cestas de navidad en una nave industrial donde pensé moriría de frío, recogiendo vasos, en un taller haciendo cajas de cartón, vendiendo ropa, doblando ropa y dando clases.

No empecé a vivir del arte

hasta que no empecé a regalarlo,

un principio cabalístico que tuve claro

desde muy niño.

Creo en la Magia más que en el Arte,

pero en nuestro siglo están mejor vistos

los artistas que los magos,

así que esa es la única razón porque la que me hice artista,

si no, sin duda me hubiera hecho mago, curandero o chamán.

He viajado, no mucho,

pero si todo lo que he podido,

y mi país favorito es España,

esto lo descubrí un día estando sentado en una estación de autobuses de un país muy lejos del lugar donde me crie,

mi barrio Patrocinio de San José,

lugar que me ha dado más de lo que jamás

le daré yo.

Tengo amigos, pocos, pero muy buenos.

Tengo una o dos personas a las que sé puedo llamar en mitad de la madrugada

decirles que estoy en tal sitio en apuros

y que tienen que venir con mil euros en el bolsillo y sé se presentarían allí

sin interrogarme ni juzgarme.

Por ellos saben que haría lo mismo.

Vivo con un perro,

que es de las mejores cosas

que me han pasado nunca.

Adoro Madrid y Los Ángeles.

No tengo carné de conducir

ni casa propia

y nunca me he casado.

De niño pensé que antes de los treinta

tendría todo eso.

Me gusta mucho la poesía,

sobre todo, la que escribe Nicanor Parra, Nazim Hikmet y Borges,

también me gusta mucho la música,

los huevos fritos y el color rosa.

Uno de mis últimos pasa tiempos favoritos

que he descubierto tarde,

pero estoy alegre y contento de haberlo al menos descubierto,

es estar con mi padre,

que se llama Antonio.

A veces dibujo y otras escribo

En ocasiones hago las dos cosas a la vez.

En los últimos 10 años he descubierto dos cosas;

que nada es tan grave y que la vida no es una fiesta.