Este 1 de septiembre no sólo marcaba el final de las vacaciones para muchos trabajadores, que deben ocupar de nuevo sus respectivos puestos con cierta melancolía mientras sus bronceadas pieles pierden su idílica tonalidad. Esta fecha también es recordada por muchos como el día en el que Europa volvió a caer en los errores del pasado mostrando su potencial bélico en su propia casa. Este año se cumple el 75 aniversario de la Segunda Guerra Mundial, una contienda que según los historiadores fue la más cruenta de la historia de la humanidad, en la que perdieron la vida entre 50 y 70 millones de personas, según las diversas estimaciones, en tan sólo 6 años –desde el 1 de septiembre de 1939 hasta el 2 de septiembre de 1945–­.

Responsables de esas pérdidas fueron pocos hombres que desde la comodidad de sus despachos gobernaban Europa como si de un juego de mesa se tratase, haciendo y deshaciendo a su antojo en función de los imprevistos que en el frente se presentaban y a sabiendas de que lo único que ponían en juego a modo de apuesta era su honor, su buen juicio y, de manera colateral, la integridad de sus estados y su pueblo. Meros peones de guerra en este juego de rol a escala internacional que luchaban por el pan de sus familias y por la paz mundial. Vaya paradoja. Entrar en guerra para asegurarse la paz.

Charles De Gaulle, Joseph Stalin, Winston Churchill, Franklin Roosevelt, Adolf Hitler, Hideki Tojo y Benito Mussolini
Charles De Gaulle, Joseph Stalin, Winston Churchill, Franklin Roosevelt, Hitler, Hideki Tojo y Mussolini

Adolf Hitler, el principal responsable de este calvario

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Desde MalaTinta recordamos este acontecimiento vergonzoso en nuestro currículum histórico en una etapa en la que la palabra guerra vuelve a ponerse en actualidad y cuyos patrones recuerdan mucho a lo que inició aquel temido Adolf Hitler el 1 de septiembre de 1939, cuando sin previo aviso y sin declaración de guerra decidió invadir Polonia. Este alemán de origen austriaco con inconfundible mostacho marcó el inicio de la segunda gran guerra del viejo continente al no poder contener sus ansias expansionistas. En el mundo del arte se ha hecho justicia con su figura, extremadamente ridiculizada por aquellos que consideran que detrás de este hombre de férreas ideas totalitarias se escondía un ser acomplejado y con numerosas taras que explicarían su injustificado comportamiento en la edad adulta.

Además, entres su fúnebres galones se encuentra ser el responsable del mayor genocidio de la historia moderna que, bajo el lema de la “solución final”, pretendía extinguir la población judía en su totalidad. Estuvo cerca de conseguirlo, pero le faltó tiempo. Acabó con la vida de más de cinco millones de judíos a través de diversos métodos como la cámara de gas, el ahorcamiento masivo, la brutalidad extrema, los experimentos pseudocientíficos o el hambre.

Una dura realidad que fue magistralmente narrada a través de viñetas por el dibujante sueco Art Spiegelman en su cómic Maus, ampliamente aplaudido tanto por su calidad técnica como por el mensaje que transmite. De hecho, esta pieza le valió para hacerse con el premio Pulitzer. Realizó este trabajo como medio para expresar la frustración que le generó la muerte de su hermano mayor, al que no pudo conocer, por parte de las barbaries que realizaron las tropas nazis en nombre de la protección de la raza aria. Una empresa ilustrada como si de la eterna lucha entre gatos (nazis) y ratones (judíos) se tratase.